PRIMERO DE MAYO, DÍA DE COMBATE
Por Manuel Guerra
Es sabido que el capitalismo sabe sacar provecho de las fechas emblemáticas, castrando su verdadero contenido para imponer sus valores consumistas. En las Fiestas Patrias lo que menos se promueve es el patriotismo, más allá de colocar banderas o asistir a los desfiles. Se trata de una oportunidad para incrementar las ventas, donde las casas comerciales ofrecen toda clase de ofertas y facilidades crediticias, en tanto se incrementa la oferta de licores, de espectáculos y potajes de todo tipo. En la Semana Santa el recogimiento de los feligreses de antaño ha dado paso al jolgorio, a los campamentos de cerveza y parrillada, al turismo alegre y festivo. Ni que decir de las navidades, donde el personaje central ya no es el Niño Dios, sino el barbudo Papá Noel que obliga a los padres a gastarse su sueldo de diciembre en todo tipo de regalos, aunque en el mes de enero estén en la condición de náufragos esperando el próximo día de pago.
Algo parecido ha pasado con el Primero de Mayo. Bajo la ofensiva neoliberal que trajo no solo fragmentación y debilidad de las organizaciones de los trabajadores, sino también valores individualistas y pragmáticos, el Primero de Mayo dejó en nuestro país de ser un día de reflexión y de combate, cuyo acto central consistía en mítines o movilizaciones, para convertirse en “celebración”, en un ágape de confraternización con la presencia de las autoridades gubernamentales, en una romería precedida de un sermón en la iglesia. Gran parte de los obreros y el conjunto de trabajadores se han acostumbrado a celebrar la víspera con el beneplácito y aporte de sus empleadores, pero casi nadie sabe o recuerda por qué el primero de mayo es el Primero de Mayo, por qué se ha instituido esa fecha como Día Internacional de la clase obrera y los trabajadores en general. Esta ignorancia y pérdida de la identidad de clase no es responsabilidad de los trabajadores, sino de quienes ofician de su vanguardia y se constituyen en sus dirigentes gremiales y políticos.
Un síntoma alentador de que las cosas empiezan a cambiar es la decisión de la CGTP y la Coordinadora Política y Social de recuperar la tradición de lucha y rendir un homenaje a los trabajadores con la realización de movilizaciones y un mitin el Primero de Mayo. En Lima el mitin se realizará en la emblemática Plaza Dos de Mayo, y acciones similares deben realizarse en las diversas regiones del país. Estas acciones deben ser de homenaje a los mártires de la clase obrera, de reflexión sobre la situación de los trabajadores, de lucha y confrontación contra el neoliberalismo, exigiendo la restitución de los derechos laborales; de unidad y combate al sectarismo, pero también de propuesta y compromiso por conquistar la emancipación definitiva de los sectores explotados, que solo se logrará con el socialismo.
Desde estas páginas expresamos nuestro homenaje y saludo a la clase obrera y a todos los trabajadores y trabajadoras del campo y la ciudad; también nuestro compromiso de asumir nuestro deber de estrechar nuestros vínculos con ellos, de incorporarlos al Partido y a la actividad política, de ponernos a la cabeza de sus luchas, de marchar juntos por la patria socialista.
Por Manuel Guerra
Es sabido que el capitalismo sabe sacar provecho de las fechas emblemáticas, castrando su verdadero contenido para imponer sus valores consumistas. En las Fiestas Patrias lo que menos se promueve es el patriotismo, más allá de colocar banderas o asistir a los desfiles. Se trata de una oportunidad para incrementar las ventas, donde las casas comerciales ofrecen toda clase de ofertas y facilidades crediticias, en tanto se incrementa la oferta de licores, de espectáculos y potajes de todo tipo. En la Semana Santa el recogimiento de los feligreses de antaño ha dado paso al jolgorio, a los campamentos de cerveza y parrillada, al turismo alegre y festivo. Ni que decir de las navidades, donde el personaje central ya no es el Niño Dios, sino el barbudo Papá Noel que obliga a los padres a gastarse su sueldo de diciembre en todo tipo de regalos, aunque en el mes de enero estén en la condición de náufragos esperando el próximo día de pago.
Algo parecido ha pasado con el Primero de Mayo. Bajo la ofensiva neoliberal que trajo no solo fragmentación y debilidad de las organizaciones de los trabajadores, sino también valores individualistas y pragmáticos, el Primero de Mayo dejó en nuestro país de ser un día de reflexión y de combate, cuyo acto central consistía en mítines o movilizaciones, para convertirse en “celebración”, en un ágape de confraternización con la presencia de las autoridades gubernamentales, en una romería precedida de un sermón en la iglesia. Gran parte de los obreros y el conjunto de trabajadores se han acostumbrado a celebrar la víspera con el beneplácito y aporte de sus empleadores, pero casi nadie sabe o recuerda por qué el primero de mayo es el Primero de Mayo, por qué se ha instituido esa fecha como Día Internacional de la clase obrera y los trabajadores en general. Esta ignorancia y pérdida de la identidad de clase no es responsabilidad de los trabajadores, sino de quienes ofician de su vanguardia y se constituyen en sus dirigentes gremiales y políticos.
Un síntoma alentador de que las cosas empiezan a cambiar es la decisión de la CGTP y la Coordinadora Política y Social de recuperar la tradición de lucha y rendir un homenaje a los trabajadores con la realización de movilizaciones y un mitin el Primero de Mayo. En Lima el mitin se realizará en la emblemática Plaza Dos de Mayo, y acciones similares deben realizarse en las diversas regiones del país. Estas acciones deben ser de homenaje a los mártires de la clase obrera, de reflexión sobre la situación de los trabajadores, de lucha y confrontación contra el neoliberalismo, exigiendo la restitución de los derechos laborales; de unidad y combate al sectarismo, pero también de propuesta y compromiso por conquistar la emancipación definitiva de los sectores explotados, que solo se logrará con el socialismo.
Desde estas páginas expresamos nuestro homenaje y saludo a la clase obrera y a todos los trabajadores y trabajadoras del campo y la ciudad; también nuestro compromiso de asumir nuestro deber de estrechar nuestros vínculos con ellos, de incorporarlos al Partido y a la actividad política, de ponernos a la cabeza de sus luchas, de marchar juntos por la patria socialista.
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