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MANTENER EN ALTO LA BANDERA DEL SOCIALISMO La revolución y el socialismo son la obra más excelsa que nos corresponde llevar a cabo juntamente con los demás contingentes revolucionarios, la clase obrera y el pueblo peruanos. Es el viejo sueño y, al mismo tiempo, actual y vigente que nos dejó como bandera intransferible José Carlos Mariátegui. Aún en los momentos más difíciles y oscuros, de confusión y derrota, jamás perdimos la confianza y la certidumbre en la victoria de la causa socialista, en la capacidad revolucionaria del pueblo peruano con el proletariado al frente para asumirla y llevarla a la victoria. Es el principio y el fin que orienta y da proyección estratégica a cada una de nuestras tareas, políticas y acciones, cualesquiera sean las condiciones o circunstancias en que nos encontremos. Cómo no suscribir las palabras de Fidel: “Si todo el desenvolvimiento de la sociedad humana ha sido inevitablemente caótico, desordenado, imprevisible y sumamente cruel e injusto, la lucha por crear otro mundo diferente, verdaderamente racional, digno de la inteligencia de nuestra especie, constituye en este momento de su historia, que en nada se parece a cualquier otra etapa previa de la humanidad, algo que no era posible y ni siquiera imaginable en otras circunstancias: un intento de que los seres humanos por primera vez programen su propio destino. Soñar con cosas imposibles se llama utopía; luchar por objetivos no solo alcanzables, sino imprescindibles para la supervivencia de la especie, se llama realismo”. No está demás insistir, como respuesta al obcecado afán anticomunista de los ideólogos y políticos al servicio del capital, en la afirmación mariateguiana: “Capitalismo o socialismo: este es el problema de nuestro tiempo”. Problema actual y definitorio, pues no hay más que estas dos opciones para organizar la sociedad, independientemente de las particularidades, grado de avance o circunstancias en que se desenvuelva cada una de estas opciones, de las transiciones necesarias u obligatorias para arribar al socialismo. Abrir las vías que nos lleve a la forja de un socialismo como “creación heroica del pueblo” en lugar de “copia o calco” de otras experiencias, es el reto. Después del derrumbe de la Unión Soviética y Europa del Este, supuestos socialismos paradigmáticos, no hay experiencia que imitar. Ni Cuba, Ni China ni Vietnam, incluso Corea o Lao, se proponen ni desean imitación. Cada cual hace su camino, de acuerdo con sus condiciones concretas, “vadeando a tientas el río”. Porque el socialismo no está hecho: se hace cada día siguiendo las grandes pautas entrevistas por Marx y Angers, respondiendo a condiciones concretas de cada país, perfeccionándose y corrigiéndose a sí mismo, con un ideal único a alcanzar que sintetiza el Manifiesto Comunista: “En sustitución de la antigua sociedad burguesa, con sus clases y antagonismos de clase, surgirá una asociación en el que el libre desenvolvimiento de cada uno será la condición del libre desenvolvimiento de todos”. Una sociedad en la que el valor de uso (la calidad de vida humana en todas sus dimensiones) prevalezca sobre el valor de cambio, termine la explotación del hombre por el hombre y la opresión de un país por otro, con elevado desarrollo cultural, espiritual y una nueva ética fundada en el servicio al pueblo, en sana convivencia de los seres humanos y su entorno ambiental. De acuerdo con la lógica del capitalismo, el mercado domina no solamente la actividad económica, sino todas las formas de actividad humana, donde el trabajo, los bienes, los servicios, la cultura, la política, el conocimiento, se transforman en mercancías. Todo se compra y vende, incluso la dignidad de las personas. Sin socialismo Cuba sería una colonia y factoría yanki parecida a Puerto Rico, extensión de Guantánamo que Estados Unidos mantiene como prenda colonial, no la patria libre y soberana que es, con un pueblo con un alto nivel cultural y político, con educación y salud universales y de alta calidad, con una democracia cualitativamente superior a la liberal, con avances considerables en el campo de la investigación científica y ambiental, sin pobreza ni mendigos en sus calles ni niños obligados al trabajo, un país con estabilidad y orden conscientes, donde está ausente la violencia social. Desde luego que hay mucho por caminar, construir y resolver en bien del pueblo cubano, que no todas sus necesidades básicas están resueltas. Lo reconocen sus dirigentes, con Fidel a la cabeza. Pero… ¿sin socialismo sería posible la fraternidad, la solidaridad, la dignidad del ser humano con derechos iguales para todos que registra Cuba? Desde luego que no. ¿A dónde va China? se pregunta mucha gente atosigada por la propaganda imperialista que se esmera en presentarla como el bastión del nuevo capitalismo. ¿Es China un país capitalista? Desde luego que no. ¿El socialismo con peculiaridades chinas, está depurado de toda presencia capitalista? Tampoco. ¿Qué es, entonces?, ¿Cómo entender al país que asombra al mundo por su vertiginoso crecimiento económico y desarrollo técnico y científico? Haciendo un balance de la experiencia de la revolución en un informe que hizo Mao Zedong en enero de 1,962, llegó a dos conclusiones: la primera, que se “necesitaron 24 años en total, desde 1921... para que todo el Partido llegara a una completa unidad de comprensión con respecto a cómo llevar a cabo la revolución democrática en China”. La segunda, se refiere a la construcción del socialismo. Relata una conversación con Edgar Snow, a quien le expresó: “en cuanto se refiere al socialismo... aún carecemos de conocimiento y experiencias”. Aquí está la clave para entender a China, que rompe moldes conocidos, esquemas que fracasaron, que busca su propio camino viniendo de un pasado de atraso y pobreza y que tiene que tomar en cuenta las condiciones del mundo de hoy. Además, su realidad: 1300 millones de personas en un inmenso territorio donde sólo el 4 por cierto de su tierra es apta para la agricultura, y el 50 por ciento de la población continúa viviendo en el campo. El traslado del centro de gravedad de la lucha de clases al desarrollo de las fuerzas productivas, a partir de 1978, ha modificado radicalmente el panorama de China en todos los ámbitos. Las reformas y la apertura económica cambia el modelo de socialismo influenciado por la URSS, y muestra una vía nueva, rica en posibilidades pero también en riesgos. El informe al XIII Congreso del PCCh lo resume del modo siguiente: “La etapa primaria del socialismo en nuestro país es una etapa en la que debemos ir librándonos de la pobreza y del atraso; una etapa en la que debemos ir convirtiendo un país agrícola, con la mayoría de su población dedicada a la agricultura y basado en el trabajo manual, en un país industrial moderno con la mayoría de su población dedicada a actividades no agrícolas; una etapa en la que debemos ir reduciendo el desmesurado peso de la economía natural o seminatural para sustituirla por una economía mercantil socialista altamente desarrollada; una etapa en la que debemos establecer y desarrollar, mediante reformas y exploraciones, unas estructuras económicas, políticas y culturales socialistas llenas de vitalidad”. Los resortes fundamentales de la economía china están en manos del Estado, incluido el sistema financiero. El Estado es dirigido por el Partido Comunista de China en alianza con otras formaciones políticas. La orientación estratégica es el avance incesante hacia el socialismo. Su desarrollo es desigual, yendo del Este al Oeste, de la zona costera al interior. La apertura al exterior permite la presencia de capital, tecnología y gestión extranjeros y, dentro del propio país, existe un sector de economía privada. La ventaja estratégica de china es su mano de obra masiva y de calidad, un amplio mercado interno en crecimiento, estabilidad política y planificación macroeconómica. La decisión reciente basada en el concepto de “desarrollo científico” reorienta la atención del crecimiento hacia la atención al desarrollo, al bienestar de la población, al ser humano y su entorno ambiental. En línea parecida, tomando en cuenta su propia realidad, se construye el socialismo en Vietnam y en Lao. El ideal es el mismo, también el basamento ideológico y teórico, pero singulares los caminos que llevan a la realización de ese ideal. “La política de la renovación ” que rige en Vietnam, data de 1986, decisión que tomó el VI Congreso para corregir errores de subjetivismo, voluntarismo y actuar desesperado” que desconocieron las leyes objetivas acarreando graves problemas a la economía y la sociedad. “Nosotros -dice Nguyen Phu Trong, dirigente y teórico del PCV- llevamos a cabo la renovación por el socialismo y para construir el socialismo”. ¿En qué consiste la renovación socialista en la economía? Según el VII Congreso “Vietnam está determinado a cambiar a una economía multisectorial de mercado, donde la economía estatal juega el papel principal ... al mismo tiempo que se elimina completamente el método de gestión subsidiado, burocrático y centralizado para formar el mecanismo de mercado controlado por el Estado a través de leyes, planes, políticas”. En otras palabras, el anterior modelo de socialismo de influencia soviética estaba terminado. El nuevo modelo se ajusta al “mecanismo del mercado controlado por el Estado a través de leyes, planes, políticas y otros instrumentos”. Si bien el socialismo debe tomar en cuenta leyes generales válidas para todas las sociedades que se atengan a ese sistema, no hay, como la experiencia lo demuestra, un modelo único que imitar, ni implica socializar automáticamente los medios de producción sin tomar en cuenta el grado de desarrollo de las fuerzas productivas en cada sociedad concreta. Las revoluciones en sociedades atrasadas, dependientes del imperialismo y con fuertes rezagos feudales, con débil productividad y desarrollo del mercado, no pueden evitar una etapa de transición relativamente prolongada. Proceder de acuerdo con las condiciones reales no significa renunciar al socialismo ni santificar al capitalismo. Es precisamente la mejor forma de garantizar que el socialismo marche por los carriles correctos a la par que se resuelven los problemas básicos de la población. Esta es la experiencia que está en marcha, no sin riesgos ni amenazas, rompiendo esquemas a los que se estaba acostumbrado. Luego de las derrotas que llevaron al hundimiento de la URSS y otros países, de una ofensiva brutal para desaparecer el socialismo de la faz de la tierra, el viejo topo de la lucha de clases y los hechos, tercos siempre, ofrecen a los revolucionarios una nueva oportunidad. Los caminos que lleven a él pueden ser varios, dependiendo de las condiciones de cada sociedad y país, del grado de maduración de las condiciones subjetivas, de la calidad y seriedad de las vanguardias que se construyan, del nuevo escenario de la correlación de fuerzas a escala regional y planetaria; pero la razón es una: salvar a la humanidad de la barbarie y la autodestrucción, construir sociedades liberadas de las lacras del capitalismo, libres de crisis, explotación y opresión, es decir un mundo humanamente habitable y solidario. El socialismo que proponemos, se señala en el VII Congreso, “coloca al ser humano y su entorno ambiental en el centro de todo y convierte, por primera vez, al hombre en el único dueño de la sociedad. El socialismo deberá asegurar el acceso efectivo de los trabajadores y el pueblo a la gestión del estado y del gobierno, a la gestión económica, social y cultural, de modo que el poder pertenezca realmente al pueblo trabajador. El socialismo representa un proceso histórico y, al mismo tiempo, concreto, un proceso, además, prolongado, lleno de contradicciones a resolver, de respuestas nuevas a dar, de exploraciones que permitan ir conociendo sus leyes generales y específicas”. Sería presuntuoso definir cómo será el camino exacto que nos lleve al socialismo, porque depende de muchos factores, pero sí sabemos que su objetivo final apunta a eliminar toda forma de explotación del hombre por el hombre, de opresión de un país por otro, de separación del ser humano de su entorno ambiental, de modo que se abra paso la justicia social, se dignifique el trabajo, se construya una sociedad culta, con elevados valores éticos y morales. El capitalismo ya cumplió su ciclo histórico. No puede ofrecer más de lo que ya se conoce y sufre. El socialismo es una fuerza naciente, llena de vigor y de potencialidades. .

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